¿Un pasado olvidado?
JEAN SCHALEKAMP
Diario de Mallorca
13/07/06
Cuando anuncié a mi madre mi propósito de ir a vivir en España, ella me contestó: "Pero chico, ¿cómo puedes ir a vivir en un país con que hemos estado en guerra durante 80 años?". Unos años después, en los 60, un alcalde franquista me presentó sus disculpas por los desastres que los soldados españoles habían causado en mi país durante esa misma guerra, aquí llamada la Guerra de Flandes. Son dos ejemplos absurdos de considerar una guerra que tuvo lugar hace más de cuatro siglos. Esto sí es un "pasado olvidado", formando parte de la historia.
Pero esto no se puede decir de la Segunda Guerra Mundial y tampoco de la Guerra Civil española, ni mucho menos de la dictadura franquista, que acabó hace tan solo treinta años. Porque siguen con vida muchísimas personas que las han sufrido en su carne y a menudo siguen sufriendo sus consecuencias. Decir que se trata de "un pasado olvidado", como lo aseguro hace pocos días el señor Fernando Rubio, portavoz del PP isleño, es un insulta a todas sus víctimas y a los hijos y demás familiares de ellas. Como también lo es la afirmación de Josep Piqué en el Parlamento europeo de que "el régimen franquista español no era un régimen fascista en el sentido historicista del término", cuando queda históricamente establecido desde hace ya muchos años de que el franquismo no era más que una variante nacional del fascismo italiano, igual como el nazismo o el fascismo de otros países europeos en los años treinta.
Después de la muerte de Franco hubo una transición ejemplar, esto sí, pero también, por miedo a posibles reacciones de un todavía temible ejército, cautelosa y de cierto carácter provisional. Seguían, por ejemplo, en sus puestos los antiguos jueces y policías franquistas, por mucho que, durante la dictadura, se habían afanado en sus tareas de opresión; figuras clave del régimen franquista, como Fraga Iribarne, seguían jugando su papel, durante demasiados años las calles y plazas seguían luciendo los nombres de "héroes" franquistas, e incluso ahora en muchos lugares todavía no han desaparecido los símbolos de esa nefasta ideología negra.
Ahora, los seguidores de Blas Piñar ya no pintan nada. Tampoco les hace falta, porque los líderes del PP se perfilan cada vez más como dignos herederos de las ideas del antiguo régimen. Para hacer oposición al gobierno socialista hablan el lenguaje fascistoide de las mentiras, insinuaciones y amenazas, y en el Parlamento europeo a Jaime Mayor Oreja no le avergonzó alinearse con el diputado fascista polaco para rechazar la condena del golpe militar de Franco y de la dictadura. Y, claro, ponen el grito en el cielo cada vez cuando alguien propone eliminar algún símbolo franquista o abrir una fosa común para, ¡por fin! dar una sepultura digna a las víctimas de los asesinatos colectivos.
Menos mal que ahora existan asociaciones como la Recuperación de la Memoria Histórica, y películas como Muerte en el valle de la norteamericana C.M. Hardt, quien no descansó antes de saber cómo se produjo el asesinato de su abuelo, penetrando el casi impenetrable muro de silencio que todavía a finales de los años noventa rodeaba aquel crimen.
No, este pasado no está olvidado, ni debe olvidarse, porque, como dijo Hugh Thomas: "...a pesar de todo, sospecho que el pasado sólo puede ser enterrado cuando se conozca claramente la verdad respecto al mismo. Pro eso creo que la preocupación por la historia contemporánea en la España moderna tiene que ser terapéutica".
Diario de Mallorca
13/07/06
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