REPORTAJE. ASSOCIACIÓ PER A LA RECUPERACIÓ DE LA MEMÒRIA HISTÓRICA DE MALLORCA
"Las preguntas que se hacía mi abuela, Catalina Llompart, en 1937 son las mismas que yo sigo haciéndome". Aún sin respuesta. Maria Antònia Oliver París quiere saber dónde está el cuerpo de su abuelo Andreu, un ´inquer´ represaliado, como tantos. Su familia ni siquiera pudo exteriorizar su duelo. Como tantas. Hasta 3.000 en la isla. Han creado una asociación para, entre otros objetivos, exhumar las fosas comunes y darles un entierro digno
El 11-M de la familia París
Los familiares de 92 desaparecidos en Mallorca durante la Guerra Civil investigan qué fue de ellos
MYRIAM B. MONEO. PALMA.´
A la memòria del meu pare se titula el testimonio de Antònia París. Para que quede constancia de la desaparición de su padre, Andreu París, ha plasmado los recuerdos en torno a su desaparición, en 1937, en un relato de siete páginas. Están aún en blanco las que tienen que dilucidar las últimas horas de su vida truncada. "(...)
Era un home molt idealista, amb principis d´igualtat i justícia, i tenia molta personalitat. Era molt bon home, conegut en el poble. Era republicà, molt valent, amb idees socialistes (...)". "Lo ha escrito a los 81 años con el punto de vista de una niña de 11 años", explica su hija, Maria Antònia Oliver París, presidenta de la recién nacida Associació per a la Recuperació de la Memòria Histórica de Mallorca (aún pendiente de su reconocimiento por parte del Govern). Como su familia, ya son 92 las que "están con nosotros, investigando para conocer las circunstancias de sus muertes, encontrar sus restos y darles un entierro digno".
"Se están muriendo", dice sobre los que como su madre son las voces del horror de las víctimas de la Guerra Civil y de la represión de la dictadura franquista. "Y han sido olvidados. ¿Qué dirían si volvieran? ¿Que les hemos traicionado?", clama Maria Antònia, la nieta del zapatero inquer en el Bosc de la Memòria de Calvià, uno de esos escasos lugares que guarda el recuerdo -a pesar de algunos- de los represaliados tras el 18 de julio de 1936. .
"Ella -afirma Margalida Capellà, profesora de Derecho internacional público de la Universitat- ha sido la chispa de la asociación. Los Oliver París son una familia muy activa que no se ha conformado con aceptar su desaparición". Capellà es la secretaria en funciones de la asociación, fundada en una fecha simbólica, el pasado 24 de febrero, aniversario del fusilamiento del alcalde Emili Darder.
"La asociación surge por la necesidad de mi familia de encontrar los restos de mi abuelo", explica la nieta del zapatero. "Pedí asesoramiento en una web porque quería poner una denuncia por su desaparición. Me contestó Margalida Capellà". Entre historiadores, juristas y familiares son ya 300 personas en la comunidad autónoma las que se afanan en recoger testimonios orales e investigar en archivos como los del registro civil o los cementerios, para esclarecer la memoria de la Guerra Civil y de la represión de la dictadura. Así, hace un año se fundó el Grup de Treball sobre Desaparicions Forcades a Mallorca, que ha tomado entidad jurídica con la asociación.
Los historiadores calculan que sólo en Mallorca las víctimas oscilan entre 2.000 y 3.000 alcaldes, concejales, maestros, médicos o cualquiera que se identificara con la República. "Mi madre me lo contaba en voz bajita, decía que las paredes oían y también que algún día podría decirlo yo bien alto", recuerda Maria Antònia al introducir el retalo de la niña Antònia París sobre su padre Andreu.
"Mi madre -continúa Maria Antònia- me contaba que el abuelo era socialista, o sea que ella y sus hermanos eran hijos de rojo, ateo y traidor". Había estado en Buenos Aires y su hija le oía hablar de la lucha social. En 1936 era el presidente de La Justicia, asociación sindical de obreros zapateros, y fue el primer vicepresidente de la Agrupación Socialista PSOE de Inca, además de activo orador y articulista. El 19 de julio del 36, Andreu París fue detenido. "Un tal teniente Cifre al que acusaban de blando lo soltó". Esperó a que su esposa Catalina alumbrara a su quinto hijo y a mediados de agosto se entregó antes de que le buscaran los falangistas. Lo encerraron en el claustro de Santo Domingo. Después fue trasladado a Palma a la prisión de Can Mir, el actual cine Augusta, adonde cada día su hija, la niña Antònia, le llevaba la comida.
Hasta aquel "11-M, qué curioso" de 1937, relata María Antònia la nieta. "Le dijeron que le habían soltado". Contenta Antònia localizó a su madre, Catalina, quien supo al instante lo que aquello significaba. Rompió a llorar y corrió a coger el tren para Palma. Juntas recorrieron los organismos oficiales de la capital. Sólo obtuvieron mofas. Nada supieron de su cuerpo. No pudieron llorarle en público ni llevar luto. "Mi madre dice que les daba el pésame a los familiares de los fusilados, que ellos tenían más suerte".
Vacío de la transición "La recuperación de la memoria histórica no acaba con los desaparecidos", dice Capellà. Queda mucho camino: la anulación de las sentencias del franquismo, su simbología, los homenajes a los caídos... Sin olvidar que sus familiares "también son víctimas porque las desapariciones forzadas les situaban al margen de la ley", señala la jurista mientras alude a aquellas "caravanas de mujeres que iban de cementerio en cementerio" tratando de identificar a los suyos.
Presidió Amnistía Internacional en Mallorca y acota que el informe de la ONG del verano pasado dio fuerza al nacimiento de la asociación. El grupo que lideran Oliver y Capellà pretende ser "un punto de referencia para las víctimas" que busca llenar "un vacío de la transición: el reconocimiento de todas las víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura".
Si hay algo que a estas alturas "no nos podemos permitir es tener a los muertos tirados de cualquier manera". En Andalucía, Catalunya, Euskadi o Castilla-León ya se están haciendo las exhumaciones. Y en lo que se refiere a las fosas en las que yacían las víctimas del bando nacional fueron exhumadas en 1939.
Faltan unos días para el aniversario de la proclamación de la República. "Empezarán los actos vandálicos", lamenta Maria Antònia. Pero la placa que del Bosc de la Memòria no se la podrán volver a llevar, su marido se ha afanado en asegurarla a su base.
"Un dia d´hivern de 1937 la meva madre demanava, i mai ningú no ha contestat les seves preguntes; feien com si el meu pare no hagués existit mai. Pero sí que va existir (...): Andreu París Martorell, que serà sempre viu en mi i en la memòria de la meva familia". como tantos otros fue un molt bon home y además, republicà. Sus familiares no olvidarán aquel 11-M del zapatero con conciencia social, huérfano -como las demás víctimas de la guerra- de comisiones de investigación. "¿De qué heridas hablan? De éstas nadie se ha ocupado nunca". Aún supuran, replica María Antònia ante los que les reclaman silencio. Advierte que la tortura no prescribe y anuncia que preparan un documental. Mientras investiga una vieja sospecha. Apunta que los inquers que sacaban de Can Mir acababan en la pared de la iglesia de Santa Creu de Porreres.
Publicat a Diario de Mallorca
02/04/06
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