La esperanza tricolor
La Segunda República fue proclamada en Palma el 14 de abril de 1931 entre muestras de entusiasmo y escasos incidentes
JOAN MAS QUETGLAS
Tres colores se apoderaron de Palma la tarde del 14 de abril de 1931: rojo, amarillo y morado. Tras tener noticia de que en Barcelona se había proclamado la República, una comitiva de dirigentes republicanos y socialistas mallorquines se dirigieron a los principales edificios oficiales de la capital balear. Al balcón del Ayuntamiento salieron los concejales Alexandre Jaume, Ignasi Ferretjans y Josep Tomàs y el diputado provincial Antoni Pou. Izaron la bandera española tricolor y llamaron al orden y al civismo a las personas que se iban congregando en la empedrada plaza de Cort. Entre vítores anunciaron la caída de la monarquía y el advenimiento de la República. Con júbilo fue recibida la noticia. Los aplausos volvieron a llenar la plaza cuando fue enarbolada la bandera mallorquina y la campana del reloj municipal resonó con ímpetu. Escenas similares se repitieron a las puertas del Gobierno Civil, la Diputación Provincial y en la mayoría de las casas consistoriales de la isla.
El cambio de régimen llevó consigo un relevo inmediato y pacífico en la dirección de las principales instituciones. Únicamente el alcalde de Palma, Jaume Suau, del Partido Conservador, se opuso dejar el cargo. A la comitiva de dirigentes republicanos y socialistas manifestó que sólo lo abandonaría por las bravas. Entonces, la intervención de Alexandre Jaume fue determinante para evitar un altercado. Colocó una mano sobre el hombro de Suau, imitando un acto de fuerza. Alexandre Jaume dirigió el Ayuntamiento de Palma durante la jornada del 15. Al día siguiente, tomó posesión el socialista Llorenç Bisbal. Antonio Pou y Francesc Julià se pusieron al frente del Gobierno Civil y de la Diputación Provincial. En las horas siguientes a la proclamación de la República tuvieron lugar varias manifestaciones. La mayoría estaban promovidas y formadas por obreros y jóvenes simpatizantes de los partidos socialista y republicano. Se pasearon por la ciudad cantando estrofas de La Marsellesa y enarbolando pancartas antidinásticas y revolucionarias. Los únicos incidentes incívicos se registraron el día 15, declarado festivo. Una partida de manifestantes intentó destruir la estatua del político conservador Antoni Maura, situada en la plaza del Mercat de Palma. Peor suerte corrió el monumento a Ramon Llull que se hallaba a las puertas del instituto de enseñanza. Los exaltados lo decapitaron. Un colectivo de estudiantes envió una carta a los periódicos locales lamentando este hecho vandálico. Para evitar saqueos y actos anticlericales, los jóvenes socialistas hicieron guardia delante de las iglesias y conventos.
Amnistía para 16 reclusos
Varias bandas de música recorrieron la ciudad de Palma. El Orfeón Republicano ofreció un concierto en la plaza de Cort. Cientos de bombillas eléctricas iluminaron la fachada del ayuntamiento hasta altas horas de la noche. En aplicación del decreto de amnistía emitido por el Gobierno central, de la prisión provincial salieron dieciséis reclusos. Acompañados del director de la cárcel y de un capellán se trasladaron al gobierno Civil para agradecer al gobernador la medida de gracia de las nuevas autoridades. En cuestión de horas, de la ciudad de Palma desaparecieron numerosos símbolos monárquicos. Una comitiva de jóvenes republicanos se desplazó hasta la sede del equipo de fútbol Real Sociedad Alfonso XIII. Obligaron al conserje a retirar el escudo del portal y en su lugar fue colocada una pizarra con las letras C. D. Mallorca. Hechos muy parecidos ocurrieron en las sedes del Real Club de Regatas y el Real Club Automovilístico. De los salones y despachos oficiales fueron descolgados los retratos de los miembros de familia real española. Los republicanos más activos se desplazaron hasta el muelle de Palma para exigir la retirada de las banderas monárquicas de los barcos anclados. La Segunda República trajo consigo la recuperación de las libertades colectivas e individuales. La política dejó de ser patrimonio de las elites sociales. El Primero de Mayo de 1931 se celebró en Palma en un clima de libertad y esperanza en un futuro mejor. Una manifestación atravesó el centro de la ciudad, desde el muelle al Coliseo Balear. Después de muchos años de prohibición, se exhibieron banderas comunistas y anarquistas. La plaza de toros se llenó hasta la mitad y subieron a la tribuna varios líderes sindicales. El presidente de la Unión General de Trabajadores (UGT) de Baleares, Miquel Porcel, tomó la palabra en primer lugar. Denunció los paros injustificados en las fábricas que realizaban los empresarios contrarios a la legalidad republicana. El secretario provincial de UGT hizo lectura de las peticiones que su sindicato iba a plantear al nuevo Gobierno: sufragio universal a partir de los 21 años, jornada laboral de 8 horas, protección social para los desempleados, jubilación a los 60 años, regulación de las cooperativas y la construcción de escuelas públicas y viviendas económicas.
Recuperar el hábito de gobernarse
En mayo tuvo lugar una de las primeras iniciativas autonomistas. El republicano moderado Antoni Pou pronunció la conferencia El Estatuto de Mallorca. Pou denunció que España sufría un siglo de retraso porque el Estado no reconocía las nacionalidades y estaba viciado por una estructura arcaica y burocratizada. "Los mallorquines han de recuperar el hábito de gobernarse solos. Desde hace siglos nos manda Madrid". Así pues, el primer paso para recuperar la autoestima y mejorar cultural y económicamente había de ser la aprobación de un estatuto regional. Sin la descentralización el progreso no llegaría. El 31 de mayo se celebraron elecciones municipales. En Palma, los republicanos consiguieron 17 regidores, 9 los socialitas y los liberales, 4 los regionalistas y 2 los conservadores. La trayectoria vital y política de los dirigentes que hicieron posible la instauración de la República en Mallorca fue desigual, a pesar de estar unida por un ideal común. Ignasi Ferretjans Juan huyó de Mallorca a finales de 1936 y se estableció en Barcelona. Colaboró con el PSUC, fue condenado a muerte y declarado en rebeldía en 1937. Tras la guerra, pasó por un campo de concentración francés. Fijó su residencia en Méjico, donde murió a los 94 años de edad. Sólo regresó una vez a Mallorca. Antoni Pou Reus murió a los tres años de proclamarse la República. Su paso por el Gobierno Civil fue breve y fue candidato a las Cortes por Concentración Republicana. Llorenç Bisbal dimitió de la alcaldía de Palma en octubre de 1931. Fue elegido presidente de la Federación Socialista Balear. Por razones de salud abandonó el cargo en 1935. Murió a los pocos meses. El médico Josep Tomàs Renteria fue alcalde de Palma en 1933. Escapó de la isla a bordo de un barco inglés en 1936. Se exilió en Méjico, donde falleció en 1944. Francesc Julià Perelló fue elegido diputado en Cortes en 1931 i 1933. Se retiró de la política activa unos meses antes del golpe de estado de 1936 y no fue perseguido por las autoridades franquistas. Murió en Palma a los 98 años. Alexandre Jaume Rosselló, consiguió el acta de diputado en 1931. El 19 de julio de 1936 fue detenido y acusado de conspirar contra el alzamiento de Franco. Junto a otros dirigentes republicanos fue fusilado el 24 de febrero de 1937 en Palma.
Publicat a Diario de Mallorca
14/04/06
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