75 aniversari [ 1931 - 2006 ]

de la proclamació de la II República a Mallorca

9.4.06

¡Viva la República!

MIGUEL DALMAU

Para saber cómo era la España de nuestros abuelos, hay que releer los primeros pasajes del espléndido artículo que Eva Acosta publicó el martes pasado en este mismo periódico. En él se ofrecía una estampa admirable del primitivo mundo laboral español, marcado por los caprichos del señorito o las exigencias del patrón de la fábrica. Y aunque es cierto que España era, también, el país de Eugenio d´Ors o la tertulia de Pombo, las pitilleras de plata y los hermanos Villalonga, el de los dibujos de Penagos y la revista Blanco y Negro, esa España culta, en fin, que tanto nos agrada al poeta José Carlos Llop y a un humilde servidor, la realidad, la cruda realidad se parecía mucho más, me temo, a la descrita por Eva Acosta.
El triunfo republicano de abril de 1931 puso fin a una dictadura que había gobernado sin transformar, manteniendo un statu quo propio de la Edad Media. Pero ese triunfo no fue por azar: se lo ganó a pulso el general Primo de Rivera, bajo la mirada benévola del Rey, quienes al liquidar la monarquía constitucional de 1876 pavimentaron el camino hacia la República. En un reto colosal, ésta trató de abordar a fondo los seculares problemas sociales y políticos del país: una nueva Constitución, el voto para la mujer, la ley del divorcio, las reformas militares de un ejército caduco, la separación de la Iglesia y del Estado, la enseñanza laica, el Estatuto de Cataluña, una legislación laboral más justa y una profunda reforma agraria. Es decir, una España muy parecida a la que tenemos hoy... Un país europeo y moderno.
Pero desde el principio, las exigencias violentas de la extrema izquierda y, sobre todo, el torpedeo sistemático y constante de la derecha -a la Aznar, Acebes y Zaplana-, con golpes militares incluidos -la Sanjurjada del 32-, arruinaron todas las esperanzas. Es obvio que aquella República llegó demasiado pronto. Durante cinco años se sucedieron gobiernos de distinto signo, donde la derecha jugó un papel crucial. Una derecha que, en términos generales, no quiso saber absolutamente nada, pese a su decisivo papel en el fracaso del intento. Por ello, siempre me ha sorprendido la satanización y el olor a azufre que rodea aún a la aventura republicana, como si "República" e "izquierda" fueran términos sinónimos. Honestamente, creo que sólo los ignorantes -como nuestra alcaldesa Katrina- pueden creer todavía la leyenda negra forjada durante el franquismo, según la cual, la izquierda radical gobernó en exclusiva durante los cinco años de República. Falso. Tan falso como si, en caso de haber triunfado el golpe militar del 23-F de 1981, nos diera por considerar nefastos esos cinco años de ilusiones democráticas que le precedieron desde la muerte de Franco.
Desde verano de 1936, el resto ya es Historia. Pero en estos casos siempre me gusta recordar una frase del poeta Barral que aludía a aquella época como "el período de relativa decencia republicana". Nada lo resume mejor. Porque, pese a los errores de unos políticos que se adelantaron a su tiempo, y de otros que desconocían la palabra "futuro", antes no había habido decencia en España, y se tardó mucho en conseguirla después.
09/04/06