El 75 aniversario de la II República
GORI MIR
Si no és avui, serà demà que la República vindrà. Este estribillo se originó en Mallorca después de la caída del régimen del general Primo de Rivera y se usó hasta que llegó aquel 14 de abril de 1931 en que pacíficamente se proclamó la II República. La Monarquía pagó de aquella manera haber colaborado con la dictadura. De ello hace tres cuartos de siglo. Es una perspectiva histórica suficiente para hacer todos los análisis posibles sobre lo que representó el nuevo régimen de libertades y reformas que duró hasta que fue derrotado por las armas con la decisiva ayuda de los fascismos alemán e italiano. Esta perspectiva permite un saber reposado y evitar caer en maniqueísmos a los que son tan aficionados sectores de la sociedad española.
La II República intentó un proceso de modernización de acuerdo con los modelos entonces imperantes en las democracias occidentales. Salvando las estructuras históricas y culturales, lo que intentaron los hombres de aquel nuevo régimen se inspiraba en la política que llevaba a término F. D. Roosevelt en Norteamérica y no en las transformaciones revolucionarias de la Unión Soviética. El liberalismo reformista, el de Azaña, el de Prieto y el del catalanismo, pretendía superar la crisis económica de aquella coyuntura a la vez que las estructuras medievales que persistían. Lo eran el sistema de la propiedad y uso de la tierra en buena parte de la Península, en donde se daban índices insoportables de pobreza, esperanza de vida y analfabetismo que justificaban la reforma agraria. En muy pocos años se construyeron unas siete mil escuelas; se promulgaron nuevas leyes laborales y sociales; se emancipó políticamente a la mujer; se declaró la necesaria separación de la Iglesia del Estado; las elecciones nunca habían sido tan limpias y se establecieron las condiciones para crear una auténtica cultura democrática.
También supuso entender de otra manera España y, huyendo de federalismos utópicos, se quiso reconocer e integrar las diferentes naciones que en ella existen. Su proyecto, con buen tino, iba en la dirección de un Estado organizado asimétricamente. Sin embargo, la cuestión catalana siempre planeó durante aquel régimen. El intento de golpe de estado (agosto 1932) del general Sanjurjo cuando se aprobaba el estatuto de autonomía de Catalunya fue un primer aviso de cómo pensaban las clases dirigentes tradicionales en relación con la pluralidad nacional.
Los hechos de octubre de 1934 en Cataluña y Asturias se explican por la enorme desconfianza que los partidos republicanos tenían con la CEDA y su líder, J.Mª Gil Robles, el cual había defendido a Sanjurjo en el consejo de guerra que lo condenó a muerte, luego indultado. Aquellos hechos, por supuesto, no pueden justificarse, pero mucho menos puede serlo el golpe de Estado que se intentó el 18 de julio de 1936 que dio lugar a una cruel guerra civil. Con palabras de Javier Tusell debe decirse que "parte de la derecha fue tan desleal al régimen como parte de la izquierda, y se alzó en armas contra el régimen en 1932. Luego en 1936, tomó una decisión que fue, con mucho, la peor imaginable y que no puede ser de ningún modo justificada por los errores previos del adversario". Es decir, una interpretación histórica que justifica el alzamiento contra la República, pervierte el sistema de valores morales que dan contenido y sentido a la civilización entendida como progreso continuado de la dignidad y libertad del hombre, a la vez que una trampa que puede justificar toda clase de irracionalismos
Publicat a Diario de Mallorca
09/04/06
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home