ENTREVISTA. LLORENÇ NOGUERA I EX PRESO POLÍTICO DEL FRANQUISMO
"El franquismo fue un genocidio que no prescribe"
"No cogí el dinero que nos dieron a los que sufrimos la represión, no se me compra con 250.000 pesetas"
Publicat a "Diario de Mallorca"
24/07/2005
"No cogí el dinero que nos dieron a los que sufrimos la represión, no se me compra con 250.000 pesetas"
MARISA GOÑI. PALMA.
En la repleta estantería del salón conserva el diccionario que siendo niño le regaló su padre para consultar las palabras que oyera y no entendiese. Llorenç Noguera sigue a sus ochenta años desentrañando los misterios del discurrir de la vida con el mismo empeño que ha puesto en la recuperación de la memoria histórica de los que padecieron el franquismo. -¿Cómo fue su despertar político? -Mi vida política empieza a los seis años. El 14 de abril del 31 vi izar la bandera republicana en la plaza de Cort, con gran entusiasmo de la gente. Decían ´ahora podremos hablar´, ´los caciques nos tendrán que escuchar´, ´se acabó trabajar doce horas´... Mallorca era a la vez muy clerical y rigurosa. Yo cantaba en el coro e incluso aprendí a asistir misa en latín. No se podía beber ni agua para ir a comulgar. Un día, entré a buscar al padre Jaume porque se hacía tarde para la misa, y lo descubrí tomando un chocolate y dos ensaimadas y luego comulgó. A partir de aquí, vi que no iba bien. -Y vino la guerra. -El 19 de julio del 36 iba con mi hermana por delante de Es Bosch y nos encontramos un cañón, ametralladoras, falangistas y nos pararon. Nos mandaron a casa, pero antes nos obligaron a gritar ¡Arriba España, viva Franco! Fue la primera vez. Mucha gente no era fascista, pero callaba ante las atrocidades por miedo. Si algo definió el franquismo fue el miedo. -Su familia fue de las que recibió visita. -El 23 de julio pegaron en la puerta con los fusiles. Vinieron dos falangistas, un requeté y uno de Juventud Acción Popular, pero mi padre no estaba. Los primeros días se ocultó en el sótano de una barbería, luego en Cas Garriguer, pero tuvo que irse para no poner en peligro a los que le ocultaban. Fuimos a casa de los abuelos a Vilafranca. Lo denunció por celos un cuñado de las milicias populares. Vinieron dos falangistas del pueblo y le dijeron a mi abuela que sabían que estaba mi padre, pero que por respeto a la familia, donde había tres hijas monjas y un hijo cura, no podían detenerlo allí. Le dijeron que cogiera la camiona a Palma y que lo detendrían al llegar. -¿Qué hizo su padre? -Cogió la camiona y se sentó atrás, donde había una puerta de salida. A la altura de Can Blau, pasó un carro y los falangistas no tenían visibilidad. Mi padre saltó y se les escapó. Se escondió en casa de un zapatero. El hermano de mi padre, que era guardia civil, vino a buscarnos y nos llevó a Algaida, donde había mitad y mitad, no era clerical como Vilafranca. El cura llevaba una pistola debajo de la sotana por si venían los falangistas a matarlo. Al mes, apareció mi padre. Malvendimos lo que teníamos y estuvimos hasta que acabó la guerra. Mi hermana asistió a la mujer de Llorenç Antich, tío de Francesc Antich, al que mataron quemándolo con gasolina en la plaza de Manacor. -¿Vivió de cerca otras represalias? -Mi padre era chófer-mecánico y cuando íbamos a Vilafranca tenía su tertulia con el médico Sancho, el secretario Capó, el maestro Miquel Mercadal, y el alcalde, Joan Català. Al médico le hicieron una parodia de consejo de guerra y lo condenaron a muerte. A Capó también. Los fusilaron en el cementerio de Palma. Al maestro le condenaron a treinta años, pero salió antes. Al alcalde, la derecha no le perdonaba que siendo propietario de una fábrica de tejas fuera de izquierdas. Lo pasearon con una cesta llena de papeles del ayuntamiento con seis falangistas gritando ¡abajo la República, muera Azaña! para que pensaran que se había pasado a la derecha. Lo trataron como hacían con los ladrones, humillándolo ante el pueblo. -¿Cómo recuerda al Conde Rossi? -Era un chulo impresionante. En Vilafranca, convocó a todo el pueblo y les dijo que fueran a casa a buscar dinero para comprar aviones. Les aseguró que tenía un detector que descubría todo y que si alguno no daba lo que tenía en casa se lo llevarían. -¿Cómo entró en la resistencia? -La clandestinidad se nutrió de valientes que salían de los campos de concentración, de las prisiones. El 90% no quería saber nada por miedo, pero era comprensible. Siendo muy joven, conecté con algunos de estos que iban por la tertulia que se hacía en la casa del médico Virgilio Peñaranda. La base de la resistencia eran comunistas, se unió algún socialista y militares de la República. No sé porqué, pero me llamaron para dirigir las Juventudes Socialistas Unificadas, creadas en el 36. -¿Cómo sorteaban la vigilancia? -Nos hicimos socios del Círculo de Bellas Artes, que estaba junto al Parlament. El portero, que había sufrido encierro, nos hacía un gesto cuando venía alguien y simulábamos que hablábamos de pintura. Nos trajeron de la península una multicopista. Hacíamos tiradas de cien, como mucho doscientos ejemplares de un folio doblado. Recibía los clichés de Valencia. Me indicaban que el enviado llevaría tal sombrero, me diría que se llamaba Joaquín, por ejemplo, y me mostraría media carta de la baraja. Yo al identificarle, le mostraba la otra media. El contacto lo hacíamos en es Born, delante de la comisaría de policía. Hicimos pintadas de ¡Viva la República! en el cementerio de Palma, mandábamos escritos a Radio Pirenaica a través de un piloto de Iberia. La oíamos tapados por una manta para que no nos oyeran. -Hasta que les pillaron en 1948. -Un chivatazo nos llevó a prisión. Yo era el más joven, con 23 años, y vinieron por mi a la tienda de tejidos donde llevaba las cuentas. Encontraron en casa un retrato con un retrato de Franco con una cruz, -que no era mía, aunque podía haberla hecho- La Historia del Proletariado y algo de Emile Zola. En comisaria pasé los peores 17 días de mi vida. Me dieron cuatro palizas fuertes y cuatro más tolerables. Me hacía el tonto. De repente me trataron de señor y me llevaron ante el comisario. Me propuso que le contara todo lo que escuchara da un padre y un hijo de Manacor que acaban de llevar por haber degollado a la madre. Se trataba de un crimen duro, pero me negué. Querían probarme como confidente. Me mandaron a prisión. -¿Cómo era la vida de los presos políticos? -La prisión estaba desbordada con más de 300 presos, de los que unos 90 éramos políticos. No nos torturaban como en comisaría y nos llevábamos bien. Yo conseguí que me mandaran a la prisión El Debate, uno de los primeros textos de España sobre periodismo. Al ser una publicación conservadora les sorprendió favorablemente. Como me interesaba la Psicología, aproveché para pedir que me dejaran salir al patio con los comunes, con gente que había asesinado o hecho robos de envergadura. -¿Qué personajes descubrió? -Me dejaron echar un ajedrez con un condenado a muerte, Tudurí. Había matado a seis mujeres en una tintorería cercana a la Protectora. No dijo una palabra y encima me ganó. También conocí a Pomar, de Soller, que mató a su madre porque estaba en desacuerdo con su relación homosexual. Con su querido, la colgó e hizo caer la sangre en un cubo para no manchar. En dos años salió fuera porque tenía buena relación con frailes y requetés. Uno de los que más me impresionó fue Simó, ´el Bulldog´. Era grande, rudo, asustaba y era la tercera vez que ingresaba. Me contó que en la guerra salía de prisión para matar ´políticos´ por 25 céntimos y dos días libres. -¿Cómo consiguió la libertad? -Todavía no me lo explico. Sólo quedó dentro Joan Albertí, que luego huyó a París no sé cómo. La Causa 53 era un proceso a 80 personas. El juez militar Torres lo pasó a Civil y el juez Thomàs lo sobreseyó. -Al salir, ¿retomó la resistencia? -Fui a estudiar graduado social y trabajar a Barcelona, donde tuve profesores estupendos y llegué a compartir habitación de pensión con Antoni Serra. Hice la tesina sobre Bakunin y el movimiento anarquista. ¡Hablamos del año 52! Luego vine a Mallorca trabajar como asesor laboral. Nos infiltramos en el sindicato vertical, que era lo único que había.Yo ni lo sabía, pero era del comité central de la resistencia, según los archivos del Partido Comunista. -¿Fue un modélica la transición española? -Sólo transigió una parte, la otra siguió igual o mejor. ¿He luchado yo tantos años por una bandera republicana para tener que aguantar los veranos de Marivent? Por eso, me considero librepensador y nunca más votaré. -¿Cómo debió ser esa transición? -Hasta un cierto punto, para evitar un 23-F, se puede ceder. ¡Pero tanto! Hubiera aceptado una transición digna, pero esto... Unos días antes del homenaje que nos hizo el Govern de Progrés en el Pueblo Español, le dije a Antich que si no hacía un Pacto de Progreso sin envidias, siempre habrá una mosca como Munar, que lo hundiría. Le dije que eran sumisos, que no se notaba la rebeldía, que no hablaban de distribución de riqueza. Yo no cogí el dinero que nos dieron a los que sufrimos la represión. No se me compra con 250.000 pesetas. Lo tengo ingresado en el banco para que cuando muera se lo den a la persona u organización más necesitada y justa. -¿Por qué la izquierda perdió el Govern? -Conozco a su padre y sé que Antich es buena persona, pero le faltó hacer propaganda, ser más puta y elegir mejor a sus colaboradores. La sociología de la ideología puede darse por nacimiento ambiente, por convicción o por conveniencia. La pata de la conveniencia está llena, la de la convicción en Mallorca no suma ni cinco. -¿Que le pareció el homenaje de Cort a Emili Darder? -Que Cirer y un grupo de sus concejales no acudieran es impresentable. Como pide Grosske, se deben retirar todos los símbolos franquistas porque aquello fue un genocidio que no prescribe. Se calcula que murieron unas tres mil personas en Mallorca, pero creo que fueron muchas más. Todavía hay fosas por descubrir al menos en Llucmajor, Porreres y Santa Margalida. -Que diría a los que les acusan de reabrir heridas con la reapertura de las fosas. -Esto no es abrir heridas, sino hacer culto a los muertos, algo que se practica desde la antigüedad y aquí, que son tan católicos, son ellos quienes deberían reivindicarlo. -¿Qué ha ganado y perdido Mallorca en estos años? -Aquí no hay evolución, sino un lobby de gánsters que están acabando con todo. ¿Que hemos ganado? Pues las neveras, que al menos nos dan agua fresca.
Publicat a "Diario de Mallorca"
24/07/2005
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